sexta-feira, 20 de maio de 2011

El Teatro de Valle-Inclán

Después de la posguerra, para fines de la década de 1910, Valle-Inclán empieza a escribir obras dramáticas que exponen la corrupta y miserable realidad de España. Deja la estética modernista y decorativa de obras anteriores, y empieza a escribir obras que hacen crítica colectiva y mordaz a toda la sociedad de entonces, que vive en una profunda crisis social. Luces de Bohemia y Divinas Palabras son de eso buenos ejemplos.  En una importante entrevista, Valle-Inclán dice:

“El nombre ya no tiene importancia. Ahora, el protagonista de la vida es el grupo, la colectividad, el gremio, la multitud. Es la supremacía de lo social sobre lo individual, que ha perdido su valor. Son los días del Soldado Desconocido, símbolo y encarnación de todos los soldados muertos. Y el amor, por ser individual, pierde ante esta nueva interpretación histórica. No es que se pierda en su esencia. Pero la vida marcha ahora por las rutas de lo social, y esta nueva interpretación se refleja, lógica y necesariamente, en la  novela, que es la historia…En La guerra y la paz, Tolstoi vio ya esta supremacía de la masa…[1] 

Estábamos en 1926, y Valle, en su fase del también esperpento Las Galas del Difunto, continuaba incorporando la realidad histórica contemporánea en su obra dramática. 
En la misma entrevista, realizada por José Montero Alonso y publicada en La Libertad, Madrid, 16 de abril de 1926, Valle-Inclán hablando de su escrita adelanta que no se preocupa con la representación de sus obras, pero es sabido que más tarde el autor va a criticar representaciones de las mismas, lo que puede ser entendido como cambios de opinión resultantes de las circunstancias.

“-¿Y para el teatro? ¿Prepara usted algo?-le  pregunto ahora.
-Yo escribo en forma escénica, dialogada, casi siempre…, pero no me preocupa  que las obras puedan luego ser o no representadas. Escribo  de esa manera porque me gusta mucho, porque  me parece que es la forma literaria mejor, más serena y más impasible de conducir la acción. Amo la impasibilidad en el arte. Quiero que mis personajes se representen siempre solos y sean en todo momento ellos, sin el comentario, sin la explicación del autor. Que todo lo sea la acción misma. (…)[2]”.



Nota[1]: Valle-Inclán, Joaquín  y Javier, Ramón María del Valle-Inclán, Entrevistas, Alianza Editorial, Madrid, 2000.p 194.
Nota[2] :Valle-Inclán, Joaquín  y Javier, Op. Cit.,p 192.

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